¿Qué ocurre en nuestro cerebro cuando dormimos?
El sueño es uno de los procesos fisiológicos más importantes para nuestro organismo, pero a menudo se subestima en medio de la agitación diaria. Dormir bien no solo permite que el cuerpo descanse, sino que también es esencial para mantener el bienestar físico y mental.
Cuando dormimos, no estamos simplemente "desconectando" el cerebro de la vigilia; en realidad, seguimos trabajando activamente, llevando a cabo una serie de procesos fundamentales para nuestra salud. De hecho, el cerebro entra en una fase muy compleja en la que procesa información y repara tejidos, preparando nuestro cuerpo para afrontar el día siguiente lo más descansados posible.
Los ciclos del sueño: un recorrido por diferentes fases
El sueño nunca es un proceso lineal y uniforme, sino más bien una sucesión de diversas fases que se alternan cíclicamente a lo largo de la noche. Este ciclo se divide en períodos de sueño ligero, profundo y REM, con una duración media de aproximadamente 90 minutos, repitiéndose varias veces hasta el momento del despertar.
Las dos fases son NREM (No REM) y REM (Movimiento Rápido de los Ojos); veamos las principales características y funciones de cada una:
- Sueño NREM, es decir, sueño ligero y profundo.
Este período consta de tres etapas y generalmente se concentra en las primeras horas de la noche.
En la primera fase, el sueño ligero, se produce la transición entre la vigilia y el sueño. Muy breve, permite que el ritmo cardíaco se desacelere y los músculos se relajen, aunque a veces pueden ocurrir sacudidas musculares repentinas (mioclonías).
En el segundo período, también de sueño ligero, el cuerpo comienza a prepararse para lo que se considera el verdadero descanso. La actividad cerebral disminuye, la temperatura corporal baja y la respiración se regula.
Finalmente, encontramos la última fase, el sueño profundo, la más regeneradora. El cuerpo está completamente relajado, la frecuencia respiratoria y la presión arterial alcanzan sus niveles más bajos, y el cerebro comienza a producir ondas cerebrales mucho más lentas, llamadas ondas delta. Es en este momento cuando el cuerpo se encarga de regenerar los tejidos, fortalecer el sistema inmunológico y consolidar la memoria procedimental (todo lo relacionado con habilidades motoras y gestos automáticos).
- Sueño REM.
Normalmente, después de los primeros 70-90 minutos de haberse dormido, se entra en el período más intenso. La actividad cerebral es elevada, casi comparable a la que ocurre durante la vigilia, y los ojos realizan una serie de rápidos movimientos, característica que da nombre a esta fase.
En el sueño REM, ocurre la mayor parte de los sueños, ya que el cerebro reorganiza toda la información adquirida durante el día, consolidándola y estimulando la creatividad. Los ojos, aunque cerrados, son la única parte del cuerpo que se mueve, mientras que el resto de los músculos permanecen prácticamente paralizados. Estos momentos son fundamentales para fortalecer la memoria emocional y cognitiva, y para equilibrar el estado de ánimo de la persona. Las fases REM se alargan y se vuelven más frecuentes hacia la mañana.
Para garantizar un sueño reparador y de calidad, es importante que estos ciclos se alternen correctamente a lo largo de la noche, permitiendo que el cerebro complete todas las funciones de restauración y regulación.
Cómo se “limpia” el cerebro durante el sueño
Una de las funciones más sorprendentes del cerebro es la limpieza de toxinas acumuladas durante el día. Este proceso, descubierto recientemente, es posible gracias al sistema glinfático, una red de drenaje particular que contribuye al bienestar cerebral y ayuda a prevenir enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
Este mecanismo de eliminación involucra a las células gliales (células de soporte). Durante la vigilia, el cerebro produce sustancias de desecho como proteínas, neurotransmisores agotados y otras toxinas (por ejemplo, la beta-amiloide, estrechamente relacionada con el Alzheimer). Se ha observado que en los pacientes con Alzheimer, el sistema glinfático es considerablemente menos eficiente, lo que podría explicar la mayor acumulación de placas de beta-amiloide en el cerebro.
Como el cerebro no tiene un sistema linfático convencional para eliminar estas sustancias, entra en juego el sistema glinfático, que actúa principalmente durante el sueño. El líquido cefalorraquídeo se bombea a través del tejido cerebral, recogiendo los desechos metabólicos y llevándolos fuera del cerebro, donde se eliminan. Este proceso ocurre durante el sueño profundo, cuando el espacio entre las células cerebrales se expande, facilitando el paso del líquido cefalorraquídeo y asegurando una limpieza más eficiente.
La memoria y el sueño: organización de la información
A través de los ciclos de sueño, el cerebro procesa de manera compleja los datos recogidos durante el día, seleccionando lo que debe recordarse y transfiriéndolo de la memoria a corto plazo a la memoria a largo plazo.
Existen dos tipos principales de memoria que son influenciados y consolidados por el sueño:
- La memoria declarativa, que se refiere a hechos, información y eventos que adquirimos diariamente, y que se ve influenciada durante el sueño NREM. Numerosos estudios demuestran que dormir justo después de haber estudiado o adquirido nueva información ayuda a consolidar el conocimiento de manera más firme en la memoria.
- La memoria procedimental, relacionada con habilidades motoras y automáticas, como aprender a tocar un instrumento o andar en bicicleta. En este caso, es fundamental la influencia de la fase REM, que afina las habilidades aprendidas durante el día, haciendo que los movimientos más inciertos se vuelvan fluidos y mecánicos.
Según estudios de Chiara Cirelli y Giulio Tononi, investigadores de la Universidad de Wisconsin-Madison, ha surgido una hipótesis llamada “homeostasis sináptica” (SHY), según la cual “el sueño es el medio por el que protegemos nuestra plasticidad neuronal, de modo que podamos estar listos para aprender nueva información al despertar”. Esto significa que, gracias a la limpieza y a la función de la memoria, el cerebro libera espacio útil cada noche, eliminando la información innecesaria, ayudando en el proceso de restauración sináptica e integrando los recuerdos antiguos con los recién adquiridos.
Los sueños: cuando entra en juego la creatividad
Se ha creído erróneamente que los sueños ocurren exclusivamente durante la fase REM, cuando en realidad se ha demostrado que la actividad cerebral es casi continua a lo largo de los diversos ciclos de sueño. Sin embargo, existen diferencias cualitativas entre los sueños ocurridos en la fase REM y los que tienen lugar en la fase NREM: los primeros son los más recordados al despertar, son más vívidos, singulares y con un mayor involucramiento emocional. Mientras que los segundos son mucho más similares a los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos, aunque a veces pueden parecer abstractos y confusos entre la vigilia y el sueño.
Aunque su significado exacto no se comprende completamente, los sueños se consideran una forma de procesamiento inconsciente de las experiencias y emociones vividas durante el día. Diversas ramas de la ciencia han intentado responder a esta pregunta: neuropsiquiatras, analistas y psicofisiólogos han desarrollado diferentes teorías para explicar el papel de los sueños, entre las más aceptadas están:
- Teoría de la reorganización de la información: los sueños podrían servir para reorganizar y dar sentido a las experiencias diarias, ayudando al cerebro a conectar nueva información con la ya existente. Este proceso no solo consolida la memoria, sino que también promueve la creatividad.
- Teoría de la regulación emocional: los sueños podrían ayudar a regular las emociones y a manejar el estrés. Durante el sueño REM, el cerebro procesa experiencias emocionales difíciles, favoreciendo un mejor equilibrio emocional al despertar.
- Teoría evolutiva: algunos sostienen que los sueños son un mecanismo de simulación de escenarios potencialmente peligrosos, preparándonos para gestionar situaciones de estrés o peligro en la vida real.
Relacionado con la “Hipótesis de Continuidad del Sueño”, no es raro que soluciones a problemas complejos de la vida diaria o ideas innovadoras para proyectos actuales y futuros surjan gracias a intuiciones nacidas durante el sueño. Sin embargo, varios factores influyen en el recuerdo de lo que acabamos de soñar. De hecho, todos soñamos, pero según el contexto del sueño, el tipo de despertar y las experiencias personales, no todos tenemos la misma percepción y recuerdo claro al despertar.
Freud observó que algunos contenidos oníricos no se podían atribuir a recuerdos o conocimientos conscientes del sujeto analizado, por lo que debían ser trazas de memoria latente reactivadas pasivamente durante los ciclos de sueño. Para responder a la necesidad de muchos de comprender sus sueños, a veces absurdos e ilógicos, se desarrolló una disciplina llamada onirología, históricamente acompañada del psicoanálisis, que permite analizar el significado inconsciente de los sueños y desarrollar una interpretación más o menos precisa.
Efectos de una mala calidad del sueño
Una mala calidad del sueño puede tener efectos devastadores en nuestra salud, desde comprometer la memoria y la concentración, hasta aumentar el riesgo de enfermedades neurológicas. Las consecuencias más inmediatas incluyen:
- Disminución de la atención y concentración: tras una noche de mal sueño, se vuelve difícil mantener la concentración, incluso en tareas simples, y la capacidad para resolver problemas complejos se reduce drásticamente. Esto puede afectar gravemente el rendimiento laboral de una persona y comprometer su eficiencia.
- Problemas de memoria: el sueño insuficiente compromete la capacidad del cerebro para consolidar los recuerdos, dificultando la retención de nueva información o el recuerdo de lo que se ha aprendido recientemente.
- Alteraciones emocionales: la falta de sueño afecta negativamente al estado de ánimo, aumentando la irritabilidad, la ansiedad y la tendencia a la depresión. El cerebro se vuelve menos capaz de manejar el estrés y las emociones.
A largo plazo, la privación crónica de sueño suele estar asociada a:
- Declive cognitivo;
- Decisiones erróneas: el sueño inadecuado también compromete la capacidad de tomar decisiones acertadas, aumentando el riesgo de errores, accidentes y comportamientos impulsivos.
Entre las patologías clínicas que pueden causar estos efectos también se encuentra la apnea del sueño, un trastorno respiratorio caracterizado por interrupciones temporales y repetidas de la respiración durante el sueño. Estas pausas, llamadas apneas, pueden durar desde unos pocos segundos hasta más de un minuto y ocurren cuando las vías respiratorias superiores se bloquean o colapsan. El tipo más común es la apnea obstructiva del sueño (OSA, por sus siglas en inglés), en la cual los músculos de la garganta se relajan y bloquean el paso del aire. Las personas que sufren de apnea del sueño suelen experimentar un sueño fragmentado, ronquidos y fatiga diurna, lo que aumenta el riesgo de problemas cardiovasculares, hipertensión y diabetes. El diagnóstico se realiza mediante pruebas como la polisomnografía, mientras que el tratamiento puede incluir el uso de dispositivos CPAP (Presión Positiva Continua en las Vías Respiratorias), intervenciones quirúrgicas o cambios en el estilo de vida, como la pérdida de peso.
Un ciclo regular de sueño-vigilia es esencial para mantener el ritmo circadiano del cuerpo, el reloj biológico que regula las funciones fisiológicas en base a la alternancia entre el día y la noche. Las interrupciones frecuentes en este ciclo pueden causar trastornos del sueño, con consecuencias negativas para la salud cerebral y el bienestar general.