Alice Stewart: el vínculo entre radiaciones y tumores que influyó en la radiología actual
La radiología es la rama de la medicina que utiliza radiaciones electromagnéticas, como los rayos X, para diagnosticar y tratar algunas patologías.
El descubrimiento de los rayos X en 1895 por parte del físico alemán Wilhelm Conrad Röntgen marcó el inicio de una verdadera revolución en el diagnóstico médico, ofreciendo a los médicos la posibilidad de visualizar el interior del cuerpo humano sin recurrir a intervenciones quirúrgicas delicadas.
Los principales riesgos
En las primeras décadas del siglo XX, la radiología fue recibida con entusiasmo y adoptada rápidamente en la práctica médica, pero a menudo sin una plena conciencia de los riesgos potenciales asociados a las radiaciones ionizantes. Médicos y pacientes estaban frecuentemente expuestos a dosis elevadas de radiaciones, sin el uso de medidas de protección adecuadas, lo que provocaba complicaciones médicas evidentes como quemaduras cutáneas y pérdida de cabello. Tras solo unos pocos años, comenzaron a surgir numerosas preocupaciones sobre el posible vínculo entre las radiaciones y la aparición de tumores malignos, lo que llevó a varios estudiosos a iniciar una investigación profunda para comprender y mitigar los riesgos asociados con esta práctica.
Es en este contexto donde emerge la figura de Alice Stewart, la primera investigadora en analizar la relación entre la exposición a bajas dosis de radiación durante el embarazo y el aumento del riesgo de leucemia infantil.
Alice Stewart
Alice Stewart, nacida en 1906 en el Reino Unido, provenía de una familia intelectual y acomodada, con una tradición de fuerte compromiso social. Sus padres, ambos pediatras, influyeron profundamente en su enfoque hacia la medicina, considerada no solo como una ciencia, sino también como una herramienta para mejorar la sociedad. Tras licenciarse en medicina en Cambridge, Stewart pronto destacó por su capacidad de combinar rigor científico y empatía hacia los pacientes, eligiendo dedicar su carrera a la medicina preventiva y la epidemiología, con el objetivo de identificar y reducir los factores de riesgo para la salud pública.
En los años 30 y 40, las mujeres solían ser relegadas a roles secundarios en la ciencia y rara vez se las consideraba para puestos de liderazgo. A pesar de las habilidades de Stewart, en muchas ocasiones sus ideas innovadoras fueron recibidas con escepticismo por parte de sus colegas masculinos, y la investigadora tuvo que luchar por obtener la confianza y el reconocimiento que merecía. El prejuicio de género nunca fue completamente superado; sin embargo, Alice contribuyó de manera significativa a la investigación científica, allanando el camino para muchas otras mujeres en el campo de la ciencia y la medicina.
En 1942, se creó el departamento de medicina social y preventiva de Oxford y Stewart fue incorporada como asistente principal. En 1950, obtuvo el puesto de jefa de sección, pero no se le concedió el título de "profesora", como a su predecesor. En 1986, fue incluida en la lista de honor de la Right Livelihood Foundation, un premio anual otorgado en Estocolmo. Finalmente, Stewart consiguió el tan deseado título de "profesora" a través de su nombramiento como miembro profesora en el Lady Margaret Hall, Oxford. En 1997, Stewart fue invitada a convertirse en la primera presidenta del Comité Europeo para el Riesgo de las Radiaciones.
Estudio sobre los efectos de las radiaciones en los fetos y el riesgo de leucemia infantil
En los años 40 y 50, el uso de las radiaciones en el ámbito médico se veía con gran optimismo. En ese momento, la opinión predominante era que solo las dosis altas de radiación eran peligrosas, mientras que la exposición a bajas dosis, como las utilizadas en los procedimientos de diagnóstico, se consideraba segura. Este optimismo llevó a un uso extendido de los rayos X, incluso en situaciones de riesgo, como en mujeres embarazadas.
La investigación de Stewart comenzó durante un proyecto epidemiológico conocido como "Oxford Survey of Childhood Cancers", cuyo objetivo era identificar las causas de los numerosos tumores infantiles. La investigadora decidió centrarse en el impacto que los factores ambientales pudieran tener en la aparición de dichas patologías, prestando especial atención a la exposición prenatal a los rayos X. Su teoría era que someterse al uso de rayos X durante el embarazo podría aumentar el riesgo de leucemia en los futuros recién nacidos.
El proyecto se llevó a cabo mediante un enfoque innovador para la época, basado en un estudio de casos y controles: reuniendo los datos de miles de niños nacidos en el Reino Unido entre 1943 y 1954, pudo comparar los casos de niños con leucemia con un grupo de control de niños sanos. Los datos recopilados incluían información detallada sobre las condiciones médicas de las madres durante el embarazo, en particular sobre la posible exposición a rayos X. Además de consultar los registros hospitalarios, Stewart y su equipo realizaron entrevistas directas con las madres para verificar la frecuencia y el contexto en los que se habían utilizado los rayos X. Esta metodología permitió obtener una visión detallada de la exposición prenatal y establecer correlaciones más precisas entre el uso de rayos X y la aparición de leucemia.
Los resultados fueron sorprendentes y revolucionarios: se descubrió que los niños expuestos a los rayos X en el útero tenían aproximadamente el doble de riesgo de desarrollar leucemia en comparación con los niños no expuestos. Este dato era particularmente alarmante porque, hasta entonces, se creía que las dosis de radiación utilizadas en el diagnóstico eran demasiado bajas para representar un peligro significativo para la salud. Stewart demostró que incluso las bajas dosis de radiación podían tener efectos perjudiciales a largo plazo, especialmente durante el desarrollo fetal, una fase en la que las células se dividen rápidamente y son particularmente vulnerables a las mutaciones genéticas.
El impacto en la radiología
Una vez consolidados los hallazgos, la comunidad médica optó rápidamente por una revisión radical de las prácticas radiológicas, aunque llevó más de dos décadas consolidar los nuevos procedimientos. Se implementaron medidas preventivas para minimizar la exposición a las radiaciones, con especial atención a las mujeres embarazadas y los niños. Se actualizaron las guías clínicas para limitar el uso de rayos X durante el embarazo, permitiendo dicha práctica solo en casos en los que fuera estrictamente necesaria y cuando los beneficios superaran claramente los riesgos.
La prevención no se limita a los pacientes, sino que también se extiende a los médicos y técnicos radiológicos que entran en contacto con ellos. El gran trabajo de Stewart favoreció el desarrollo y la adopción de tecnologías diagnósticas alternativas, como la ecografía y la resonancia magnética, ofreciendo métodos más seguros para la imagen médica. Donde la radiología sigue siendo la única opción, se han introducido protocolos de seguridad más avanzados y dispositivos de protección individual (DPI) para pacientes y profesionales sanitarios.
Ropa de protección contra rayos X
La protección contra la exposición a las radiaciones se realiza evitando la contaminación con material radiactivo y reduciendo al mínimo el tiempo de exposición, aumentando la distancia de la fuente de radiación y protegiendo adecuadamente la fuente. Durante los procedimientos de imagen y durante la radioterapia, es fundamental proteger con plomo las partes del cuerpo cercanas a la zona tratada pero no directamente implicadas, para evitar al máximo las radiaciones.
Existen varios tipos de ropa de protección contra rayos X, incluidos los delantales de plomo, que ofrecen protección al torso, y los collares tiroideos, diseñados específicamente para proteger la glándula tiroides, particularmente sensible a las radiaciones. También hay guantes y gafas protectoras para reducir la exposición de las manos y los ojos.
El uso correcto de estos dispositivos es esencial: los delantales deben cubrir completamente las áreas vitales y deben ser revisados periódicamente para verificar que no haya grietas o daños que puedan comprometer su eficacia. Del mismo modo, el collar tiroideo debe estar bien colocado para garantizar una protección completa de la tiroides. El uso riguroso y correcto de estos dispositivos reduce significativamente el riesgo de exposición y contribuye a mantener la seguridad en los entornos radiológicos.