Ictus: 9 de cada 10 casos se pueden prevenir

El ictus cerebral es una de las principales causas de muerte y la primera causa de discapacidad grave en adultos a nivel mundial. La prevención sigue siendo la herramienta más poderosa, ya que permite evitar hasta el 90% de los casos.

Qué es el ictus y por qué se produce

Cuando hablamos de ictus cerebral nos referimos a una interrupción o disminución repentina del flujo sanguíneo hacia el cerebro. Las causas que lo desencadenan pueden ser:

  • Isquemia (aprox. el 85% de los casos), debida a la obstrucción de un vaso sanguíneo cerebral.
  • Hemorragia, causada por la ruptura de un vaso sanguíneo cerebral.

En ambos casos, las células cerebrales quedan privadas de oxígeno y nutrientes, provocando su muerte y causando un daño neurológico cuya gravedad depende del tiempo durante el cual se interrumpe la circulación sanguínea.

El tiempo es un factor crítico: cada minuto “perdido” supone la muerte de aproximadamente 1,9 millones de neuronas. Por eso es fundamental reconocer cuanto antes los síntomas e intervenir rápidamente, para minimizar las secuelas invalidantes y salvar la vida de la persona.

Cómo reconocer un ictus

El ictus aparece de forma súbita y sus síntomas más comunes son:

  • Debilidad o parálisis repentina de un lado del cuerpo (brazo, pierna o un lado del rostro).
  • Dificultad para hablar o comprender el lenguaje.
  • Pérdida repentina de visión, en uno o ambos ojos.
  • Pérdida de equilibrio o coordinación, con dificultad para caminar o mantenerse en pie.
  • Dolor de cabeza intenso y repentino, especialmente si se acompaña de náuseas o pérdida de conciencia.

Para identificarlo rápidamente, existe un método muy eficaz: el acrónimo FAST (Face – Arms – Speech – Time):

  • Face (Cara). Pedir a la persona que sonría: un lado del rostro puede quedarse inmóvil.
  • Arms (Brazos). Pedir que levante ambos brazos: uno podría caer.
  • Speech (Habla). Escuchar la voz: puede sonar confusa o incoherente.
  • Time (Tiempo). El tiempo es esencial: llamar inmediatamente a los servicios de emergencia.

Principales factores de riesgo

Cuando se combinan, los factores de riesgo aumentan significativamente la probabilidad de sufrir un ictus. Algunos, como la edad o la predisposición familiar, no se pueden modificar. Por eso es fundamental controlar y, cuando sea posible, eliminar los demás mediante una adecuada gestión de la salud.

Entre los más relevantes encontramos:

  • Hipertensión arterial
    Es el principal factor de riesgo. La presión elevada daña de forma constante los vasos cerebrales y favorece su ruptura u obstrucción.
  • Fibrilación auricular
    La arritmia cardíaca más común aumenta cinco veces el riesgo de ictus isquémico.
  • Diabetes mellitus
    La hiperglucemia crónica acelera la aterosclerosis y altera la función endotelial.
  • Dislipidemia
    El colesterol y los triglicéridos altos contribuyen a la formación de placas ateroscleróticas.
  • Tabaquismo
    Duplica el riesgo de ictus, reduciendo la oxigenación de la sangre y dañando los vasos sanguíneos.
  • Sedentarismo y obesidad
    Favorecen la hipertensión, la diabetes y las alteraciones lipídicas.
  • Alcohol y dieta desequilibrada
    El consumo excesivo de alcohol y una dieta pobre en fruta, verdura y fibra aumentan el riesgo cardiovascular.

Prevención primaria: actuar antes de que ocurra

Según la World Stroke Organization, hasta 9 de cada 10 ictus pueden evitarse gracias a intervenciones de prevención primaria. Las acciones más eficaces incluyen:

  • Control regular de la presión arterial y del ritmo cardíaco.
  • Monitorización periódica de los niveles de colesterol y glucosa.
  • Adopción de un estilo de vida saludable, con una dieta equilibrada y actividad física moderada pero constante.
  • Abandono del tabaco y limitación del consumo de alcohol.
  • Gestión del estrés, que influye en la presión arterial y en la salud cardiovascular.

La prevención debe entenderse como un proceso continuo, que empieza en la juventud y se mantiene a lo largo de toda la vida, con el apoyo del médico de atención primaria y de los especialistas.

Para quienes ya han sufrido un ataque isquémico transitorio (AIT) o un ictus, la prevención secundaria es fundamental. En estos casos, la terapia farmacológica (antiagregantes, anticoagulantes, estatinas, antihipertensivos) y el control periódico de los parámetros vitales son esenciales para reducir el riesgo de nuevos episodios.