La invención de la jeringa: cómo un simple tubo revolucionó la medicina

Compacta y precisa, la jeringa es uno de los instrumentos médicos más utilizados en el mundo. Desde la administración de fármacos hasta los programas de vacunación global, ha transformado radicalmente la práctica clínica y la gestión de la salud pública.

Las primeras intuiciones: los precursores de la jeringa

Antes de que existiera el concepto actual de jeringa, la idea de transferir sustancias al interior del cuerpo humano con fines terapéuticos ya estaba presente en el mundo antiguo. Griegos y romanos utilizaban instrumentos rudimentarios para realizar lavados y drenajes a los enfermos. En la Edad Media, en cambio, comenzaron los primeros intentos de construir lo que hoy llamamos jeringa: se elaboraron dispositivos muy simples, tubos conectados a émbolos para introducir o extraer líquidos en los tejidos.

Las primeras bases teóricas se consolidaron en el siglo XVII, gracias a los estudios científicos de Blaise Pascal sobre la presión de los fluidos. Fue el primero en proponer el funcionamiento de la jeringa moderna según el principio de que un líquido impulsado por una fuerza se mueve a través de un conducto.

Doble descubrimiento en 1800: Pravaz y Wood

En 1853 llegó el gran avance cuando dos médicos –de manera independiente y casi simultánea– idearon un dispositivo capaz de inyectar líquidos directamente en el cuerpo humano. Se trataba de:

  • Charles Gabriel Pravaz, cirujano francés que diseñó una jeringa de plata con un émbolo de rosca, pensada para tratar aneurismas mediante la inyección de ferrato de potasio.
  • Alexander Wood, médico escocés que desarrolló una versión similar, con aguja hueca y émbolo a presión, para administrar morfina como analgésico.

La versión de Wood, más manejable y versátil, se difundió rápidamente en la práctica médica, dando inicio al uso sistemático de las inyecciones subcutáneas e intramusculares.

La evolución del uso: de los fármacos a las vacunas

En pocas décadas, la jeringa se consolidó como un instrumento imprescindible. Con la llegada de las vacunas y los progresos de la microbiología, las inyecciones se volvieron fundamentales para la prevención y el control de muchas enfermedades infecciosas.

Años después, durante el siglo XX, las jeringas comenzaron a emplearse también para la administración de insulina a pacientes diabéticos, anestésicos, antibióticos y fármacos quimioterapéuticos. Paralelamente, se afirmaron como herramienta esencial en las extracciones de sangre, sobre todo en contextos donde era necesario ejercer un control más delicado de la presión, como en pacientes pediátricos o frágiles.

 

Inicialmente utilizadas exclusivamente por profesionales sanitarios, con el tiempo la jeringa se convirtió en un instrumento accesible a todos, de uso cotidiano, preciso y fiable.

Seguridad y desechables: el cambio del siglo XX

En el siglo pasado, una difusión aún más masiva de las jeringas sacó a la luz nuevos problemas. Reutilizar estos instrumentos aumentaba el riesgo de transmisión de agentes patógenos y se volvió cada vez más peligroso con la aparición del VIH y la hepatitis C.

En 1956, para resolver este problema, el farmacéutico neozelandés Colin Murdoch patentó la jeringa desechable de plástico, con el objetivo de tener un instrumento estéril, económico y fácil de desechar.

La jeringa, en su forma esencial, ha permanecido prácticamente inalterada hasta hoy y continúa siendo producida y utilizada en todas partes del mundo. Se ha convertido en un aliado indispensable en los programas de vacunación masiva, en las salas de urgencias, en tratamientos crónicos domiciliarios y en numerosos estudios clínicos. También tuvieron un papel central durante la pandemia de COVID-19, garantizando una distribución rápida de las vacunas en todos los países. En este contexto, se difundió además el uso de las jeringas de residuo cero, diseñadas para reducir al mínimo el desperdicio de fármacos y optimizar las dosis disponibles, especialmente durante las campañas de vacunación a gran escala.

Hacia el futuro: innovación, sostenibilidad y tecnología

A pesar de que su diseño se ha mantenido siempre simple y lineal, las innovaciones no se han detenido. Cada año se utilizan aproximadamente 16.000 millones de jeringas a nivel global, y una demanda cada vez mayor implica la introducción de soluciones originales. La eliminación de residuos sigue siendo un punto crítico, lo que hace necesario optimizar las toneladas de plástico producidas diariamente.

Numerosas investigaciones apuntan a desarrollar modelos cada vez más precisos y sostenibles, como por ejemplo:

  • Dispositivos conectados para la administración controlada de medicamentos;
  • Jeringas sin aguja (jet injector) para reducir el dolor y los residuos;
  • Jeringas fabricadas con materiales biodegradables para disminuir el impacto ambiental.

En un futuro cada vez más enfocado en la sostenibilidad y la seguridad, la jeringa seguirá estando en el centro de las investigaciones, no solo desde el punto de vista tecnológico, sino también en relación con los materiales utilizados, las normativas internacionales y el impacto ambiental. Su difusión, de hecho, ya no concierne únicamente al ámbito clínico, sino que se extiende a cuestiones éticas, logísticas y ambientales de alcance global.