¿Virus del Nilo Occidental: un peligro subestimado?
El Virus del Nilo Occidental (WNV, por sus siglas en inglés) es una enfermedad infecciosa transmitida principalmente a través de la picadura de mosquitos infectados. Aunque es menos conocido que otras infecciones virales, en los últimos años ha representado una amenaza creciente para la salud pública en Europa y en el resto del mundo.
Origen y propagación del Virus del Nilo Occidental
El Virus del Nilo Occidental (WNV) fue identificado por primera vez en 1937 en el distrito de West Nile, en Uganda, de donde procede su nombre.
Inicialmente confinado a África, Oriente Medio y algunas regiones de Asia, a lo largo del siglo XX se extendió progresivamente también a América y Europa.
En las últimas décadas se ha observado un aumento significativo de casos en Occidente, con brotes cada vez más frecuentes en países mediterráneos como Italia, Grecia y España, donde las condiciones climáticas favorecen la proliferación de los mosquitos vectores del virus.
La transmisión del WNV ocurre principalmente a través de la picadura de mosquitos del género Culex, que se infectan al alimentarse de la sangre de aves y otros pequeños animales portadores del virus. Las aves migratorias juegan un papel crucial en la propagación de la enfermedad, facilitando su circulación entre continentes y regiones.
Aunque el WNV también puede infectar a mamíferos, la mayoría de ellos son considerados “huéspedes terminales”, ya que no contribuyen a la transmisión del virus, con excepción del ser humano y el caballo.
Síntomas y evolución de la enfermedad
Una vez que el virus es inoculado en el ser humano, el WNV comienza a multiplicarse, diseminándose en las células de Langerhans en la parte superficial de la dermis. En poco tiempo se propaga a través del sistema sanguíneo, alcanzando todos los órganos del sistema linfático.
Esta primera fase viral dura aproximadamente 10 días, con un pico alrededor del cuarto día después de la picadura del vector.
Para confirmar el diagnóstico, se utilizan pruebas serológicas y virológicas específicas:
- Búsqueda de anticuerpos IgM e IgG
La prueba más común verifica la presencia de anticuerpos IgM en el suero o en el líquido cefalorraquídeo (LCR) mediante ELISA (Ensayo por Inmunoabsorción Ligado a Enzimas).
Las IgM aparecen entre 3 y 8 días después de la infección y pueden persistir durante semanas o meses. La búsqueda de IgG, por su parte, ayuda a distinguir una infección reciente de una pasada.
- RT-PCR (Reacción en cadena de la polimerasa con transcriptasa inversa)
Esta prueba detecta directamente el genoma viral (ARN) en la sangre o en el líquido cefalorraquídeo.
Es útil en las fases iniciales de la infección, pero la viremia suele ser transitoria, lo que hace que la PCR sea menos sensible que las pruebas serológicas.
- Aislamiento viral
Aunque es posible, el aislamiento directo del virus en sangre, LCR o tejidos se utiliza raramente debido al largo tiempo que requieren los resultados.
- Pruebas de neutralización
Esta prueba se usa para confirmar la presencia de anticuerpos específicos contra el WNV y distinguir la infección de otras enfermedades por flavivirus (como el dengue o el zika).
La infección tiene un curso extremadamente variable y, en la mayoría de los casos, pasa desapercibida. Se estima que alrededor del 80% de las personas infectadas no desarrolla ningún síntoma, mientras que el 20% restante puede presentar una sintomatología leve y transitoria, similar a un síndrome gripal.
Los síntomas más comunes incluyen fiebre, dolor de cabeza, dolores musculares y articulares, fatiga, náuseas y, en algunos casos, erupción cutánea. Estos malestares tienden a resolverse espontáneamente en pocos días o semanas, sin dejar secuelas a largo plazo.
Sin embargo, en aproximadamente el 1% de los casos, la infección puede evolucionar hacia formas graves, con complicaciones neurológicas potencialmente mortales. Entre estas, las más peligrosas son la encefalitis, la meningitis y la parálisis flácida aguda, condiciones que pueden provocar daños permanentes en el sistema nervioso central.
Las personas con mayor riesgo de desarrollar estas complicaciones son los ancianos, personas con el sistema inmunológico debilitado y quienes padecen enfermedades crónicas como la diabetes o enfermedades cardiovasculares.
En los casos más severos, los pacientes pueden presentar síntomas como rigidez en el cuello, confusión mental, convulsiones, debilidad muscular progresiva y dificultades respiratorias.
En algunos pacientes, la enfermedad puede causar déficits neurológicos permanentes o, en los casos más graves, la muerte. La mortalidad asociada a las formas neuro invasivas del WNV varía entre el 4% y el 14%, con tasas más elevadas entre personas mayores.
Medidas de contención
Actualmente, no existen terapias específicas para este virus: el tratamiento es de apoyo y busca aliviar los síntomas.
La única estrategia eficaz para reducir el riesgo de infección es la prevención, que se basa principalmente en el control de las poblaciones de mosquitos, la eliminación de aguas estancadas y la adopción de medidas de protección personal, como el uso de repelentes y mosquiteros.
Según el boletín del ECDC (Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades), en 2023 se registraron más de 1000 casos confirmados de infección por Virus del Nilo Occidental en Europa, con más de 80 muertes. Italia reportó el mayor número de casos, seguida por Grecia y Rumanía.
Actualmente, no existe ninguna vacuna para humanos contra el Virus del Nilo Occidental, por lo que la prevención se basa principalmente en reducir el riesgo de picaduras de mosquito. En el ámbito sanitario, es fundamental el control de la sangre donada para prevenir posibles transmisiones a través de transfusiones. Además, las campañas de concienciación pueden ayudar a informar a la población sobre los riesgos del WNV y sobre las medidas preventivas.
A pesar de que la mayoría de las infecciones por el Virus del Nilo Occidental son leves o asintomáticas, el riesgo de formas graves y complicaciones neurológicas exige una mayor atención.
El aumento de los casos en los últimos años, junto con los efectos del cambio climático, sugiere que esta enfermedad no debe subestimarse.