Catéter vesical: ¿cómo está hecho, para qué sirve y cómo se coloca?
El catéter vesical es una herramienta médica esencial para la gestión de la función urinaria en pacientes que no pueden vaciar la vejiga de manera autónoma. Utilizado en muchos sectores clínicos, es fundamental para garantizar el drenaje de la orina y prevenir complicaciones asociadas a la retención urinaria.
¿Cómo está hecho un catéter vesical?
El catéter vesical es un tubo fino y flexible, generalmente fabricado en silicona, látex o poliuretano, materiales seguros y biocompatibles con los tejidos humanos. Su longitud y diámetro pueden variar según las necesidades del paciente.
Existen varios tipos de catéteres, entre los cuales destacan:
- Catéter permanente (Foley): es el modelo más común. Se utiliza para el drenaje a largo plazo (puede permanecer colocado durante días o incluso semanas) y se mantiene en su lugar gracias a un pequeño balón inflable en un extremo que evita que el dispositivo se salga. Generalmente tiene dos o más luces separadas: una para inflar el balón y otra para permitir que la orina fluya hacia una bolsa de recolección externa, normalmente fijada a la pierna del paciente.
- Catéter intermitente: de un solo uso, se introduce y retira a intervalos regulares para vaciar la vejiga temporalmente, sin permanencia. Es ideal para el autocaterismo vesical.
- Catéter de preservativo (externo): utilizado principalmente en hombres, es menos invasivo y se coloca externamente.
Las dimensiones de los catéteres pueden variar considerablemente y se miden en unidades French (Fr), que se refieren al diámetro del tubo. Generalmente, los catéteres para adultos oscilan entre 12 y 24 Fr, mientras que los pediátricos son notablemente más pequeños.
Otra variable importante es la longitud del tubo, que debe ajustarse según el sexo del paciente, siendo más cortos para las mujeres y más largos para los hombres, permitiendo que el catéter se adapte mejor a las necesidades individuales de cada paciente.
¿Para qué sirve el catéter vesical?
El catéter vesical se utiliza para el drenaje de la orina en pacientes que no pueden vaciar la vejiga por sí mismos. Esta condición puede ser temporal, como después de una cirugía, o permanente, como en el caso de lesiones de la médula espinal o enfermedades neurológicas. Entre las patologías más comunes que requieren el uso de un catéter se encuentran:
- Manejo de la incontinencia urinaria: pacientes que no pueden controlar la micción. El catéter ofrece una solución para mantener la continencia y mejorar la calidad de vida de la persona.
- Retención urinaria: causada por obstrucciones, como la hipertrofia prostática, ayudando a pacientes que no pueden vaciar la vejiga de forma autónoma.
- Monitorización de la diuresis: fundamental en entornos hospitalarios, como durante o después de una cirugía, para controlar la cantidad de orina producida. En entornos críticos, como la terapia intensiva, el catéter es especialmente útil para monitorear con precisión la producción de orina y evaluar la función renal y el balance hídrico del paciente.
- Muestreo estéril de orina: se utiliza para obtener muestras de orina estériles en casos de infecciones del tracto urinario.
- Prevención de la distensión vesical: en pacientes que han sufrido traumas o cirugías.
¿Cuándo se inventó el cateterismo vesical?
Los catéteres vesicales se remontan a más de 3,000 años, con registros de las primeras formas de drenaje urinario ya presentes en el Antiguo Egipto, donde se usaban tubos de cobre o estaño para vaciar manualmente la vejiga. También los romanos desarrollaron instrumentos de metal como cobre o bronce, con sondas de extremos curvos diseñadas para facilitar la inserción y el drenaje.
En el siglo XVIII, la ciencia médica comenzó a evolucionar significativamente: en 1768, el químico francés Pierre Joseph Macquer logró disolver el caucho, imaginando su uso para crear instrumentos médicos más flexibles y seguros.
Sin embargo, fue Auguste Nélaton (1807-1873) quien inventó un catéter más práctico de caucho, precursor de los modelos modernos. Este catéter, sin balón, se utilizaba con mayor éxito que los dispositivos rígidos e incómodos anteriores, mejorando significativamente la comodidad de los pacientes.
La innovación moderna llegó en la década de 1930 gracias al urólogo estadounidense Frederick Foley, de origen alemán. Su gran contribución fue la invención del catéter Foley, que hizo el cateterismo más seguro y menos invasivo. Foley contactó al industrial Charles Russel Bard, quien adquirió la patente y comenzó la producción del catéter con balón en 1934, a través de la compañía Davol Rubber Company. El catéter Foley sigue siendo ampliamente utilizado hoy en día debido a su efectividad y comodidad para los pacientes.
¿Cómo se coloca el catéter?
La inserción de un catéter vesical debe realizarse con gran cuidado para prevenir infecciones y otras complicaciones. El paciente se coloca en posición supina, y el profesional de la salud limpia el área genital para reducir el riesgo de contaminación. Luego, se aplica un lubricante estéril en el catéter para facilitar su inserción y reducir la fricción.
En el caso del catéter permanente, como el Foley, se introduce cuidadosamente en la uretra hasta alcanzar la vejiga. Una vez en su lugar, se infla el balón situado en la base con una solución salina estéril, asegurando que permanezca en posición. La orina comienza a fluir hacia la bolsa de recolección conectada al extremo del catéter. Para los catéteres intermitentes, el tubo se retira una vez completado el drenaje de la orina.
Riesgos y complicaciones
A pesar de sus beneficios, el uso prolongado del catéter vesical conlleva ciertos riesgos. El más común es la infección del tracto urinario (ITU), que puede ocurrir cuando las bacterias entran en la uretra y se propagan a la vejiga. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), aproximadamente el 75% de las infecciones urinarias adquiridas en el hospital están asociadas al uso de catéteres vesicales.
Otros riesgos incluyen:
- Rotura del balón: durante la inserción, el balón puede romperse. Si esto ocurre, es esencial que se retire todo el material residual de inmediato para evitar complicaciones adicionales.
- Fallo en el inflado del balón: en algunos casos, el balón puede no inflarse una vez que el catéter está correctamente colocado. El personal sanitario debe verificar la funcionalidad del balón antes de la inserción.
- Obstrucción del flujo urinario: si la orina no fluye correctamente hacia la bolsa de recolección, el personal médico debe verificar que el catéter, la conexión y la bolsa estén bien colocados. La obstrucción interna del catéter, como la formación de coágulos sanguíneos, podría requerir un lavado con solución salina.
- Interrupción repentina del flujo urinario: si el flujo de orina se bloquea repentinamente después de un funcionamiento correcto inicial, el catéter podría estar obstruido. Un intento de lavado puede resolver el problema, pero si no se restablece el flujo, el catéter debe ser reemplazado.
- Rotura de la uretra: si el balón se infla antes de que el catéter esté completamente insertado o si la cateterización la realiza personal inexperto, puede producirse una rotura de la uretra, causando sangrado o daños en la vejiga.
- Hematuria (sangre en la orina): durante o después de la cateterización, pueden producirse lesiones en la uretra que provoquen sangrado.
- Formación de cálculos: el uso prolongado del catéter puede favorecer la formación de cálculos urinarios, especialmente en pacientes inmovilizados durante largos periodos.
Para minimizar estos riesgos, es fundamental una higiene adecuada del catéter y un seguimiento regular por parte del personal médico. El uso prolongado del catéter debe limitarse al tiempo estrictamente necesario.