La balanza médica: de las pesas mecánicas a los sistemas digitales con bioimpedanciometría
Desde hace siglos, el papel de la balanza ha sido fundamental en la práctica médica para evaluar el estado de salud de una persona. De los sólidos modelos mecánicos del pasado, hemos llegado hoy a dispositivos digitales avanzados equipados con diversos sensores inteligentes.
Los primeros modelos mecánicos
Aunque la balanza es un instrumento con raíces muy antiguas, fue solo en el siglo XIX cuando su uso comenzó a ampliarse al ámbito médico.
En aquel periodo, los estudios en obstetricia y pediatría se centraron en la importancia del peso del recién nacido, que se convirtió en uno de los parámetros fundamentales para evaluar la salud de los pacientes más pequeños.
Las primeras balanzas utilizadas eran robustas y bastante pesadas, pero también muy fáciles de usar y extremadamente precisas. Estaban equipadas con un sistema de contrapeso y, a menudo, con una barra para medir la altura. Su punto fuerte residía en la sencillez: no necesitaban electricidad ni requerían un mantenimiento complejo.
Una de las primeras patentes del sector llegó en 1919, cuando la empresa Health-O-Meter comenzó a fabricar balanzas profesionales para uso médico con su modelo “beam scale”, es decir, la balanza de barra que todavía hoy seguimos utilizando.
La introducción de las balanzas digitales
Con la llegada de las tecnologías electrónicas, la balanza clásica fue acompañada por modelos digitales más avanzados. Estas versiones permiten, por ejemplo, visualizar el peso en pantallas electrónicas, lo que reduce los errores de interpretación y mejora la rapidez de uso.
En los últimos años, las balanzas digitales también han empezado a incorporar funciones adicionales, como la posibilidad de almacenar los datos o conectar el dispositivo a ordenadores y teléfonos móviles.
La bioimpedanciometría: más allá del peso corporal
Además de calcular automáticamente el IMC (Índice de Masa Corporal), los nuevos modelos han introducido un aspecto revolucionario: la bioimpedanciometría (BIA).
Esta innovadora tecnología permite no solo medir el peso total, sino también analizar la composición corporal, diferenciando entre masa grasa, masa magra, agua corporal y, en algunos casos, incluso la distribución de los fluidos.
Su funcionamiento se basa en la corriente eléctrica: una señal de baja intensidad atraviesa el cuerpo y, según la resistencia que ofrecen los diferentes tejidos al paso de esa corriente, se obtiene una estimación detallada de la composición corporal.
Los modelos de balanzas con BIA se utilizan tanto en el ámbito clínico como en el deportivo. En medicina, no solo son empleadas por dietistas y nutricionistas, sino que también resultan útiles para monitorizar pacientes con enfermedades crónicas, como insuficiencia renal, obesidad o malnutrición. En el ámbito deportivo, son fundamentales para evaluar los progresos de los programas alimentarios y de entrenamiento de los atletas, optimizando su rendimiento mediante el seguimiento de la masa muscular y el nivel de hidratación.
El aumento de las tasas de obesidad y sobrepeso, junto con un interés creciente por la salud, el fitness y el autocontrol, están impulsando el crecimiento del mercado global de las balanzas. En 2022, su valor alcanzó los 623,8 millones de USD, y se estima que superará los mil millones de USD para 2030.
Estas balanzas ya no son instrumentos exclusivos de los consultorios médicos: cada vez es más común encontrarlas en los hogares, especialmente entre deportistas o pacientes que requieren un seguimiento a largo plazo.